Al final y
desde el principio fueron sus manos
como equipaje
de una memoria;
húmeda la arena
negra,
jardines y flores bajo
el vestido
entre dragos y
palmeras.
Una fuente
delicada
en sus curvas,
el color de la
intuición en las yemas;
sensible el
tejido cuando éste es
piel
y brisa.
Porque a veces
la fantasía tiene voz
de mujer,
cada pieza su
propia melodía,
serena o
apasionada
sobre el
cabello,
en los ojos,
en el gesto.
Y es que al
final y desde el principio fueron sus manos
como luz de
abril;
descubriéndose
en el hogar
la feminidad de
un
ensueño; el
anhelo de la
ciudad y los
bosques.
Nadia del Pozo